Equipo del casino destaca en simulacro. Así comenzó todo, como un simple ejercicio, un ensayo más, una rutina dentro del ruido cotidiano de un lugar que nunca duerme. Pero cuando las alarmas sonaron y el humo artificial llenó el aire, algo cambió. Se sintió real. El miedo, la tensión, los nervios. No era fuego de verdad, pero el corazón latía como si lo fuera. En Marbella, hasta un simulacro puede doler.

La danza del protocolo y el extintor
En medio del caos, cada paso estaba medido. La formación previa cobró sentido, y los pasillos se vaciaron con una precisión casi coreografiada. Aquí apareció el primer héroe anónimo con un extintor co2 en la mano, apagando simbólicamente lo que podía ser una tragedia. No hubo gritos, solo concentración. No hubo desorden, solo entrega. Era un juego serio, y se notó en cada mirada.
Salida al filo de la angustia
Más de 50 almas cruzaron las puertas, siguiendo la ruta marcada como si la vida dependiera de ello. Porque, aunque sabían que era ficción, la piel no entiende de simulacros. La salida fue un récord, sí. Pero también fue un momento de humanidad, de compañerismo. Algunos no se miraban, pero todos sabían que habían compartido algo intenso, algo que no se olvida fácil.
Lecciones que se quedan
Desde la dirección, las palabras fueron claras: orgullo y respeto por su gente. En voz baja se escuchaba “lo hicimos bien”, pero el ambiente seguía tenso. Porque, al final, esto no fue un simple test. Fue una advertencia. Y aunque el fuego era mentira, los sentimientos eran ciertos. En cada esquina quedó el eco del sonido metálico de un ext