Una madrugada cualquiera… hasta que el fuego lo cambió todo

Las tragedias no piden permiso ni anuncian su llegada. A veces aparecen en la madrugada, en silencio, mientras todos duermen y nadie espera que la vida les cambie en segundos. Eso le pasó a Viviana Sarmiento, en el barrio Las Delicias de Córdoba. Eran las 5:50 de la mañana cuando su alarma sonó. Pero antes, su perro ya le había avisado: lloraba, insistente, como si pudiera oler lo que venía. Cuando Viviana se levantó, el humo ya estaba adentro. Y lo que encontró al abrir el garaje fue una imagen que nadie olvida.

El humo primero, el fuego después

Viviana pensó que tal vez era algo en la cocina, o en las habitaciones. Revisó todo. Pero el origen no estaba dentro de la casa, sino del garaje, donde funcionaba su maxikiosco. El negocio estaba cerrado por unos días, pero seguía montado. Todo seguía en su sitio: heladeras, mostradores, cocina, la máquina de fiambre. Todo lo que con tanto esfuerzo había conseguido. El fuego no perdonó nada. El humo, denso y negro, la hizo retroceder. Y ahí entendió que lo había perdido todo.

Un caloventor, el origen de la tragedia

Según la investigación preliminar, el incendio habría comenzado por un caloventor. Un aparato aparentemente apagado, que quizá quedó mal desconectado, o tal vez tuvo un fallo eléctrico. Nadie lo sabrá con certeza. Pero lo cierto es que ese simple artefacto fue el causante de un desastre. El tipo de cosas que uno cree que nunca le va a pasar. Pero pasa. Y pasa más de lo que pensamos. Por eso, tener un extintor en casa o en el lugar de trabajo no es una exageración. Es un salvavidas.

Cuando lo barato sale caro

Viviana jamás imaginó que algo tan pequeño como un caloventor fuera capaz de provocar semejante caos. Tampoco pensó que necesitaría medidas contra incendios en su propio garaje. Como muchas personas, asumió que las llamas eran cosa de fábricas, galpones o cocinas industriales. Pero no. El fuego no distingue metros cuadrados. Y el error de no actuar a tiempo cuesta caro. Carísimo. Hoy, comprar un extintor es más accesible que nunca. Pero muchas veces se deja para después… hasta que ya es tarde.

La espera que desespera

Otro detalle que dejó un sabor amargo fue la llegada de los bomberos. Viviana asegura que tardaron más de 45 minutos. Desde el cuartel dicen que fueron menos de 10. En una emergencia así, esos minutos pesan como horas. Porque mientras se espera, las llamas hacen su trabajo. Se multiplican, se esparcen, arrasan. Por eso, contar con herramientas mínimas para frenar el avance inicial del fuego puede marcar una diferencia abismal. Un extintor puede no apagarlo todo, pero puede ganar tiempo. Y en el mundo del fuego, el tiempo lo es todo.

El fuego no perdona, ni espera

El incendio en Las Delicias no es un caso aislado. De hecho, hace poco contamos otro hecho lamentable en la ciudad: el incendio en el Hotel Seventy. Una historia similar, donde el fuego encontró una puerta abierta para destruir todo a su paso. Porque cuando se le da oportunidad, el fuego no se detiene. Consume. Todo. Y lo hace rápido. No entiende de turnos ni vacaciones. Por eso, el único camino real es estar preparados antes de que ocurra.

La trampa de la rutina

Muchos accidentes domésticos empiezan con una falsa sensación de seguridad. «Nunca ha pasado nada», «Siempre lo hago así», «Está apagado, no pasa nada». Frases comunes, peligrosas, repetidas en cada caso similar. El problema es que la rutina nos duerme. Nos hace pensar que todo está bajo control. Pero el fuego, ese viejo conocido traicionero, espera justo ahí: en la costumbre, en el descuido, en lo que creemos seguro. Y cuando se manifiesta, lo hace sin cortes ni pausa.

El silencio antes de la tragedia

Lo más inquietante de estas historias es que suelen empezar con un silencio absoluto. Todo parece tranquilo. Nadie se imagina que algo grave está por pasar. Esa madrugada en Córdoba no fue diferente. El único que alertó algo fue el perro, que no paraba de llorar. ¿Cuántas veces ignoramos señales pequeñas? ¿Cuántas veces postergamos una revisión eléctrica o una medida preventiva? Nadie quiere pensar en lo peor. Pero pensar en lo peor puede salvarlo todo.

¿Quién protege al que protege?

Detrás de cada incendio hay personas que se quedan sin nada. Y aunque las llamas se apaguen, el desastre continúa. Porque viene la parte difícil: reconstruir. Volver a empezar. Recuperar lo perdido. En el caso de Viviana, su maxikiosco era más que un negocio. Era su fuente de ingresos, su esfuerzo, su historia. Y eso no lo cubre un seguro. Por eso es fundamental entender que la prevención no es solo un cartel en la pared. Es una acción concreta, diaria, que empieza con decisiones pequeñas.

No esperes a que te pase

¿Te has preguntado alguna vez si tu casa está preparada para un incendio? ¿Tenés un extintor cerca? ¿Sabés cómo se usa? Estas preguntas, que suenan exageradas, deberían ser tan comunes como “¿cerraste la puerta?”. Porque vivimos rodeados de artefactos eléctricos, cocinas, calefactores, y cada uno puede fallar. Y aunque lo normal es que no pase nada, cuando pasa, hay que estar listos.

Córdoba y sus estadísticas que nadie quiere leer

La provincia de Córdoba ha tenido un aumento significativo de incendios domésticos en los últimos años. Fallos eléctricos, descuidos en cocinas y sistemas de calefacción son las causas más comunes. Pero más allá de los números, hay algo que se repite: la falta de medidas de seguridad mínimas. En muchos hogares, ni siquiera hay un extintor de polvo químico. En algunos casos, ni una manta ignífuga. Es decir: no hay con qué defenderse.

Historias que se repiten

Lo de Viviana no es una excepción. Es parte de una lista larga, dolorosa y evitable. Y se repite porque seguimos confiando en que nunca nos va a pasar. Porque postergamos la compra del extintor. Porque dejamos los caloventores enchufados. Porque creemos que apagar una llama es fácil. Pero cuando llega, el fuego muestra que no es ningún juego. Es rápido, traicionero y definitivo.

La diferencia entre la vida y la muerte

Parece exagerado, pero no lo es: un extintor puede ser la diferencia entre perder un electrodoméstico o perder toda la casa. Incluso puede ser la diferencia entre estar contando una historia o ser parte de una tragedia irreversible. Por eso hay que normalizar el uso, el mantenimiento y la presencia visible de extintores en todos los espacios. Es una herramienta de defensa, como lo es el cinturón de seguridad en el coche.

El fuego no distingue clases ni barrios

Las Delicias no es un barrio marginal, ni tampoco exclusivo. Es un barrio común, como tantos otros en Córdoba. Y eso demuestra que el fuego no discrimina. No importa si el lugar es chico o grande, nuevo o viejo. Las llamas encuentran siempre una excusa para iniciar. Lo que marca la diferencia no es dónde vivís, sino qué tan preparado estás para enfrentarlas.

El valor de estar preparados

No se trata de vivir con miedo, sino de vivir con sentido común. Estar preparados es parte de cuidar lo que uno ama. De proteger a los que queremos. De no dejarle todo al azar o a la suerte. Prepararse no cuesta tanto. Lo que cuesta es el día después. Las lágrimas, el dolor, la pérdida. Eso no se recupera ni con dinero.

Cómo elegir el extintor correcto

No todos los extintores son iguales. Según el tipo de fuego que quieras prevenir, hay modelos específicos: para fuegos eléctricos, para aceites y grasas, para materiales combustibles. En extintores.mundoblog.es podés encontrar guías completas para elegir el más adecuado para tu hogar o negocio. Y además, aprender a usarlos correctamente, porque no sirve de nada tenerlo si no sabés cómo actuar.

Formación básica, obligación de todos

En muchos países, las escuelas y trabajos imparten talleres básicos sobre uso de extintores. En Argentina aún falta mucho. Pero la información está disponible. Hay videos, cursos gratuitos, manuales. Y en un escenario donde los incendios aumentan, formarse mínimamente debería ser un compromiso personal. Porque todos podemos estar en la situación de Viviana. Y cuando llegue ese día, lo que sepas puede salvarte la vida.

Una cultura de prevención que todavía no existe

La prevención no debería ser opcional. Debería ser parte de nuestra cultura diaria. Como lavarse los dientes, como cerrar la llave del gas, como apagar la luz. Sin embargo, seguimos naturalizando el riesgo. Dejamos velas encendidas, enchufes sobrecargados, estufas sin control. Y así, nos volvemos cómplices silenciosos del fuego. Hasta que nos quema.

Después del incendio, ¿qué?

Cuando se apagan las llamas, empieza la otra parte. La que no se ve en las noticias. La reconstrucción. El trauma. Las preguntas sin respuesta. El sentimiento de culpa. La sensación de impotencia. Por eso es tan importante hablar de esto antes. Porque nadie quiere estar en ese lugar. Y si podemos evitarlo, aunque sea con un pequeño gesto como comprar un extintor, entonces hay que hacerlo.

Viviana, una historia que no se olvida

La imagen de Viviana, llorando frente a los restos carbonizados de su maxikiosco, no se borra fácil. Tampoco sus palabras: “Se quemó todo”. El relato duele porque es real. Porque refleja algo que cualquiera puede vivir. Porque muestra lo que pasa cuando se subestima al fuego. Su historia no debería ser una anécdota más. Debería ser una alarma para todos los que aún no han hecho nada.

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