Fuego en la cocina de Sada

Ocurrió el pasado lunes en Sada, provincia de A Coruña. Un fuego repentino en la cocina de un edificio residencial encendió las alarmas. Literalmente. El humo empezó a salir por la ventana de un primer piso, en plena Rúa Miño, y alguien con buen instinto marcó el 112. Los bomberos de Betanzos no tardaron en llegar. Tampoco el susto, que ya se había instalado en el edificio y entre los vecinos. Uno de ellos, el más afectado, acabó en el hospital por inhalación de humo. Esto, más que una anécdota, es un aviso.

Cuando el fuego te despierta, ya es tarde

La escena fue la típica de cualquier tarde que se tuerce: fuego que arrasa una cocina, humo que envenena habitaciones, y una ambulancia que hace sonar su sirena mientras carga con un vecino mareado, con la cara tiznada y los pulmones pidiendo tregua. Lo que no se ve en estos casos, pero que marca la diferencia, es la prevención. Hablamos de ignifugaciones como quien habla de cinturones de seguridad en un coche: no se notan, pero salvan vidas. Y no es un capricho de los técnicos, es una necesidad.

La dejadez cuesta caro, sobre todo en Sevilla

Poco importa que vivas en Sada, Sevilla o Sabadell. Cuando el fuego se desata, todo lo que no se hizo antes se paga. Y en zonas como Andalucía, donde el calor no perdona y la humedad hace que hasta el aire parezca inflamable, la prevención es doblemente necesaria. Empresas que hacen ignifugaciones en Sevilla están hartas de repetirlo: no esperes a ver el humo saliendo por la ventana. Porque ese humo puede llevarse algo más que una cocina. Puede arruinarte la vida.

Extintores ABC: tu única defensa si llegas tarde

En este caso, los bomberos llegaron a tiempo. Pero no siempre es así. Si el fuego hubiera cogido fuerza, si el humo se hubiera extendido por el resto del edificio, estaríamos hablando de otra cosa. Por eso los extintores siguen siendo, en muchas viviendas, la última línea de defensa. Y no cualquier extintor, ojo. Los extintores ABC son los que permiten actuar ante fuegos sólidos, líquidos y gaseosos. Es decir, la mayoría de los que se dan en cocinas, salones o garajes. Si no tienes uno cerca, estás jugando con fuego. Literalmente.

El humo no avisa, pero deja huella

El vecino herido no vio las llamas. Lo que lo dejó fuera de combate fue el humo. Esa niebla negra que se mete en los pulmones sin pedir permiso y que intoxica en minutos. No hace ruido, no da calor, pero mata. Lo que ardió fueron unos muebles de cocina. Lo que quedó fue un aviso brutal de cómo algo tan simple como una sartén al fuego puede acabar con un hospital de por medio. Si no te quieres ver ahí, ya sabes lo que toca: prevención.

Un edificio lleno de grietas, literal y legalmente

Cuando Protección Civil y la Policía Local llegaron, no solo ayudaron a controlar la situación. También investigaron el origen del fuego y las condiciones de la vivienda. Porque sí, hay casas que por fuera parecen normales, pero por dentro son una ruleta rusa. Instalaciones eléctricas caducadas, enchufes sobrecargados, muebles viejos y ni rastro de sistemas de seguridad contra incendios. Luego nos extrañamos de que pasen cosas.

¿Quién protege al que no se protege?

La pregunta es incómoda, pero necesaria: ¿quién se encarga de proteger a esa gente que no toma medidas? La respuesta es sencilla: nadie. Los bomberos llegan cuando el desastre ya está en marcha. Las aseguradoras muchas veces se lavan las manos. Y el Ayuntamiento solo pone multas. Por eso, lo más inteligente sigue siendo lo más barato: prevenir. Y eso empieza por tener un extintor cerca, unas paredes ignífugas y unos vecinos con sentido común.

La cocina: ese campo de batalla

No hace falta que vivas en una nave industrial ni que tengas un restaurante para tomarte en serio el fuego. La cocina de tu casa es un campo de batalla. Hay calor, electricidad, grasa y descuidos. Todo lo que un incendio necesita para empezar. ¿Sabes qué lo frena? Un extintor bien colocado. Una superficie tratada con productos ignífugos. Y sobre todo, una mentalidad que entienda que no se trata de paranoia, sino de responsabilidad.

Cuando el fuego toca tu puerta, ya no hay margen

Muchos lo entienden cuando es tarde. Cuando el humo ya entró en el pasillo. Cuando los gritos de los vecinos se mezclan con las sirenas. Cuando el pánico te hace buscar agua en un cubo o soplarle al fuego como si eso sirviera de algo. Pero ahí ya no se puede hacer nada. El fuego no negocia. Por eso, si puedes evitarlo, evítalo. Y si puedes prevenirlo, hazlo ya. Mañana puede que sea tarde.

La moraleja no es bonita, pero es real

Un vecino en el hospital, una cocina reducida a cenizas, y un edificio que estuvo a un paso del caos. Todo esto se podría haber evitado con cuatro decisiones bien tomadas: una ignifugación, un extintor ABC, una revisión eléctrica y un poco de atención. No son lujos, son escudos. Así que, antes de seguir con tu día, piensa: ¿tu casa resistiría un fuego esta noche? Si no puedes responder con un sí rotundo, actúa.

También te puede interesar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *