Benalmádena y el cobro por servicios de bomberos: el fuego como factura

Benalmádena y el cobro por servicios de bomberos: el fuego como factura.

¿Pagará usted por un incendio que no provocó? Bienvenidos al surrealismo administrativo

Hay cosas que solo pasan en España, y no por falta de creatividad, sino porque a veces se conjugan la burocracia autonómica con el talento local para reinventar el disparate. En Benalmádena, uno de esos rincones privilegiados de la Costa del Sol donde el sol calienta, el mar reluce y el sentido común… escasea, se ha aprobado un catálogo de tasas por intervención de los bomberos que haría sonrojar a Kafka y a Gila al mismo tiempo.

Porque ahora, si el infortunio le visita en forma de incendio, derrumbe, fuga de gas, o simplemente un árbol con ínfulas que decide caerse, usted podrá recibir no solo el susto, sino también la factura. Una lista tarifaria que más parece el menú de un restaurante de Estrella Michelín, pero con humo real, sirenas auténticas y una cláusula que le sacude el bolsillo.

¿Qué contempla esta nueva ordenanza de Benalmádena?

En esencia, el Ayuntamiento ha establecido tarifas por la actuación del Servicio de Prevención, Extinción de Incendios y Salvamento (SPEIS). Es decir, lo que hasta ahora uno asumía como parte de los impuestos municipales, pasa a ser un servicio tasado: si hay fuego, hay precio. Y no es poca cosa.

Un incendio doméstico, por ejemplo, puede tener un coste que ronda los 2.000 euros. ¿Que se te quema la freidora? Saque la cartera. ¿Que un vecino torpe prende la barbacoa y su toldo sale ardiendo? Sorpresa: el susto se convierte en tasa.

Todo queda debidamente listado en un documento que, si no fuese por lo grave que resulta, sería digno de la mejor parodia.

¿Y quién paga exactamente?

Aquí viene la trampa. El argumento institucional dice que esto solo aplica a seguros o responsables del siniestro, pero la redacción ambigua permite interpretaciones creativas. Si usted no tiene seguro o no puede demostrar la culpabilidad ajena, adivine quién terminará pagando.

En este punto, conviene detenernos y recordar algo: los servicios de emergencia no son un lujo, son un derecho. O lo eran. Hasta que alguien decidió que una escalera extensible y un camión cisterna también merecen su IVA emocional.

Entre mangueras y tasas: ¿cuánto vale un fuego?

Ahora bien, como si del catálogo de una ferretería se tratase, la ordenanza incluye precios desglosados. Por ejemplo, la hora de intervención de un vehículo autobomba se sitúa en 295 euros. Y eso sin contar el personal: cada bombero cuesta 38 euros por hora. El conjunto de una actuación puede llegar a cifras nada despreciables.

Es en este punto donde entra el ciudadano común, ese que busca un extintor en su trastero pensando que el precio extintor 6 kg no era tan mala inversión después de todo. Porque si por apagar una sartén ardiendo se le van 2.000 euros, mejor es invertir antes en prevención.

La prevención se paga, pero el susto cuesta más

Es verdad que en tiempos modernos no se puede vivir sin seguros. Pero también lo es que no todo el mundo puede permitírselos. Y que no todos los fuegos son causados por negligencias personales. Un rayo, una chispa en el cuadro eléctrico, un vecino que deja velas encendidas… Las desgracias no preguntan si usted tiene póliza. Solo ocurren.

Así, ante esta nueva normativa, muchos ciudadanos comienzan a considerar medidas preventivas adicionales, desde alarmas hasta un extintor doméstico que, por unos 30 o 40 euros, puede evitarles el susto… y la carta certificada con cargo municipal.

La normativa de extintores

En este escenario de tasas y servicios tarifados, cobra especial relevancia la “normativa extintores” vigente en España, que obliga a comunidades de propietarios, locales comerciales, garajes y otros espacios comunes a contar con sistemas básicos de extinción y mantenimiento regular.

No es solo una exigencia legal: es, en muchos casos, la frontera entre apagar un conato con un gesto rápido, o llamar al 112 y comenzar a contar billetes.

Y si bien esa normativa existía desde antes, ahora se convierte en salvavidas económico. Porque prevenir sale barato, pero llamar a los bomberos puede salir por un pico.

¿Qué dice el Ayuntamiento de Benalmádena?

Según fuentes oficiales, estas tasas no están pensadas para gravar a la ciudadanía, sino para cobrar a compañías aseguradoras, empresas negligentes y otros responsables con solvencia. Pero la historia reciente de la administración pública española nos enseña que la letra pequeña casi siempre devora al contribuyente.

El miedo no es infundado: la ambigüedad de los textos, la discrecionalidad en la interpretación y la falta de garantías en situaciones límite generan una incertidumbre que, lejos de proteger, castiga al ciudadano honesto.

¿Estamos ante una privatización encubierta de los servicios públicos?

No es la primera vez que un ayuntamiento intenta recuperar costes mediante tasas disfrazadas. Pero esto roza lo distópico: convertir al ciudadano en cliente de emergencia, con ticket en mano y sin poder negarse al servicio. Como si pedir ayuda fuese un lujo. Como si apagar un fuego fuese un extra y no una obligación de los cuerpos de salvamento.

Es como si ahora la ambulancia preguntara por su seguro antes de ponerle el gotero.

El debate está servido: ¿justicia financiera o abuso institucional?

Las redes sociales hierven, los vecinos murmuran, y los juristas ya afinan los lápices. Porque esta medida, lejos de ser anecdótica, podría sentar un precedente. Y si Benalmádena cobra por manguera y escalera, ¿qué evitará que Málaga, Sevilla o Zaragoza sigan el ejemplo?

Estamos, otra vez, ante el deslizamiento burocrático de lo público hacia lo privatizado. A paso lento, disfrazado de gestión eficiente, pero profundamente injusto.

Mejor un extintor que una tasa

En tiempos donde el sentido común cotiza a la baja, y los servicios públicos se convierten en negocios encubiertos, la mejor defensa del ciudadano vuelve a ser la prevención. Comprarse un extintor de 6 kg puede parecer una inversión menor, pero frente a la nueva realidad, es casi un acto de resistencia civil.

Porque lo que no se apaga con agua, se apaga con criterio. Y si el humo no asfixia, lo hará la factura.

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