Arde la memoria del Capitol: un fuego que desnuda las vergüenzas de la prevención

Arde la memoria del Capitol: un fuego que desnuda las vergüenzas de la prevención.

La importancia de blindar nuestras cocinas contra el desastre

A las 08:05 de la mañana, mientras los primeros rayos del sol deslizaban su aliento cálido por las losetas de la Plaza de los Burros, tres trabajadores del Bar Capitol preparaban, con la rutina de siempre, la apertura del local para los desayunos. Lo cotidiano, ya se sabe, es un disfraz eficaz de la tragedia. Una chispa, una tubería de gas desleal, un error mínimo en un entorno hipersensible… y el infierno se desató.

No tardó en devorar el fuego las entrañas del emblemático bar almeriense, dejando calcinado su interior, ennegreciendo paredes y tiznando de humo y susto el corazón de una ciudad que aún conserva la costumbre de mirarse en los bares.

Aquí no hablamos de fatalidades

Una vez más, la cocina, ese templo del hervor y la prisa, volvió a ser el escenario de lo que, por simple desidia, pudo evitarse. Porque aquí no hablamos de fatalidades. Hablamos de decisiones. Y, por omisión o por ignorancia, lo cierto es que la extinción cocina sigue siendo una asignatura pendiente en demasiados locales.

El fuego que no avisa, pero avisa

Cuando uno pasa por delante del Capitol, después del incendio, no ve solo un bar quemado. Ve una postal del abandono. Un retrato de lo que ocurre cuando no se invierte en seguridad, cuando se pospone lo urgente por lo barato. Y ahí, querido lector, se impone una verdad incómoda: la prevención cuesta menos que la reconstrucción.

Ya no estamos en tiempos de improvisar. Existen sistemas que detectan, alertan y sofocan incendios en cocinas industriales con una eficiencia quirúrgica. No es ciencia ficción; es tecnología asequible. Y sin embargo, aún hay quien desconoce el precio de un sistema automático de extinción de incendios en cocinas, como si la información fuese un privilegio en lugar de una obligación.

¿Es caro? Depende de con qué lo compare. ¿Con la vida de tus empleados? ¿Con la pérdida total de tu local? ¿Con el silencio de un vecindario entero cuando desaparece un lugar que era punto de encuentro, conversación y café?

El humo de la negligencia también asfixia

El Capitol, por su ubicación y por su historia, no era un bar más. Era —y probablemente volverá a ser— uno de esos lugares donde los vecinos se saludaban por nombre. Donde el camarero sabía sin preguntar si lo tuyo era manchado o solo, tostada con jamón o mantequilla. Y sin embargo, no escapó a la furia del fuego. Porque ningún recuerdo, por entrañable que sea, apaga una llama desatada.

En torno al 30% del siniestro urbano tiene su epicentro en cocinas. Ese dato debería helarnos la sangre, sobre todo en el sur, donde el calor ya no necesita excusas para subir la temperatura.

De ahí que se vuelva imprescindible hablar, sin paños calientes, de inversiones reales en seguridad. De conocer —con cifras claras, con presupuestos concretos— el precio sistema automático de extinción de incendios en cocinas, como quien compara un seguro médico o el cambio de aceite de un coche.

Cocinar no debe ser jugar con fuego

En este blog de cocinas industriales, venimos insistiendo desde hace tiempo en lo mismo: la cocina es un entorno de riesgo. Punto. No hay romanticismo que justifique ignorar lo evidente. Aceites a altas temperaturas, circuitos eléctricos, combustibles, extractor sucio, prisas, estrés, movimientos automáticos.

Todo eso forma una coreografía preciosa… hasta que se rompe el ritmo y estalla el desastre.

Y es ahí donde el empresario hostelero debe levantar la vista del plato y mirar hacia el techo: ¿hay detectores? ¿Hay rociadores? ¿Está instalado un sistema automático homologado que se active sin necesidad de que alguien tenga que jugarse la vida?

Porque si no lo hay, lo que tienes no es un negocio: es una bomba de relojería.

El Capitol: símbolo y advertencia

Que el Bar Capitol haya ardido en plena capital almeriense no es una anécdota. Es una señal. Una bandera roja que ondea para todos los propietarios que aún creen que «eso le pasa a otros».

El fuego no distingue. No pregunta. No espera. Y cuando llega, lo arrasa todo: la caja del día, las sillas, los cuadros, la máquina del café, los recuerdos y, sobre todo, la confianza.

No podemos seguir abordando los incendios con discursos de condolencia. Debemos abordarlos con prevención, con técnica, con instalaciones certificadas y revisadas. Y sobre todo, con conciencia.

Invertir en prevención: una responsabilidad moral y empresarial

No hay un solo local de hostelería que esté exento de peligro. Pero sí hay muchos que aún pueden evitar ser noticia.

Instalar un sistema automático de extinción en cocinas no solo es una decisión inteligente: es un deber. No solo protege tu inversión, protege a tus empleados, a tus clientes y a la comunidad que gira en torno a tu barra.

Porque la extinción cocina no es un lujo. Es una necesidad. Una línea de defensa que, cuando se activa, marca la diferencia entre el susto y la tragedia.

Que el Capitol no arda en vano

Lo que ha ocurrido en el Capitol debe servir para algo más que para limpiar escombros. Debe convertirse en una llamada de atención colectiva. En una exigencia ética a todos los que gestionan espacios donde el fuego es herramienta diaria.

Es momento de actuar, de consultar con expertos, de revisar instalaciones, de buscar presupuestos, de entender que la seguridad no es un gasto, es una inversión que salva.

Y, por supuesto, de dejar de usar frases huecas del tipo “en el contexto de la cocina” o “en el mundo de la hostelería”. Hablemos claro: si no tienes un sistema automático de extinción, estás en peligro. Así, sin matices.

Que el humo del Capitol no se disipe en el olvido. Que nos empuje a todos a tomar decisiones valientes. Porque la próxima chispa podría estar esperando bajo la cafetera de cualquier otro bar.

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